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Zoe Salgado Benito

29th Jun 2025

El Paraíso de las Golosinas

Había una vez una niña llamada Valeria que soñaba con un lugar lleno de dulces y golosinas. Una noche, mientras estaba en su habitación, sus ojos se iluminaron al ver un brillante portal que se abría justo en su armario. "¡Mira, un arcoíris!" gritó Valeria mientras daba un paso adelante. Sin dudarlo, entró y fue transportada a un mundo colorido de caramelos y chuches. Las casas estaban hechas de chocolate y los árboles daban algodón de azúcar, todo parecía mágico y delicioso.

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Valeria sonrió al ver a unos pequeños dulceros que corrían felices por las calles. "¡Bienvenida!" le gritaron. "¡Vamos a jugar y a comer!" Valeria se unió a ellos, disfrutando de los dulces que jamás había probado. Comió gomitas, chupetines y hasta un enorme pastel de cumpleaños. Después de un día lleno de risas y aventuras, Valeria se dio cuenta de que quería quedarse en este paraíso dulce para siempre.

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Sin embargo, al caer la noche, algo en el aire cambió. El cielo se llenó de estrellas de azúcar que titilaban suavemente, pero Valeria comenzó a extrañar a su familia. "Tal vez debería volver mañana", pensó. Los dulceros, al ver su tristeza, le ofrecieron un caramelo mágico que la llevaría de regreso cuando ella lo deseara. Valeria lo guardó en su bolsillo con una sonrisa, tranquilizada por saber que podía volver cuando quisiera.

A la mañana siguiente, al despertar, Valeria decidió explorar más. Descubrió un río de chocolate caliente que serpenteaba por el valle y un jardín de flores de gominola que olían a frutas. Los dulceros le explicaron que cada rincón del paraíso tenía sus propios secretos y maravillas. Valeria se sintió llena de felicidad y prometió volver cada vez que añorara un poquito de magia dulce en su vida cotidiana.

Finalmente, Valeria decidió que era hora de regresar a casa. Con un abrazo fuerte, se despidió de los dulceros y sacó el caramelo mágico de su bolsillo. Al ponerlo en su boca, un torbellino de colores la envolvió y, en un parpadeo, se encontró de vuelta en su habitación, justo a tiempo para la cena. Aunque su viaje había sido breve, Valeria supo que siempre podría regresar al paraíso de golosinas, y eso la hizo sonreír mientras su madre la llamaba desde la cocina.