9th Jun 2025
Un pingüino llamado Pablo vivía en un hielo brillante. Un día, nadando en el océano, vio un pez dorado. "¡Hola, pez!" dijo Pablo. "¿Te gustaría jugar?" El pez respondió con una sonrisa. "Claro, pingüino. Vamos a jugar a las escondidas!"
Pablo y el pez jugaron felices. Nadaban y se ocultaban detrás de las rocas y los corales. "¡Uno, dos, tres!" contaba Pablo. El pez se escondió detrás de una anémona. Cuando Pablo lo encontró, rió y dijo: "Eres muy rápido! Vamos otra vez!" Ellos siguieron jugando hasta que el sol comenzó a ponerse.
El cielo se volvió de un color anaranjado mientras Pablo y el pez descansaban sobre una roca grande. "¿Sabes qué, pez?" preguntó Pablo. "Este ha sido el mejor día de todos." El pez asintió con entusiasmo, haciendo burbujas pequeñas que subían hasta la superficie del agua.
De repente, el pez recordó algo y nadó rápido hacia el fondo del mar. Regresó con una concha brillante en su boca. "Es para ti, Pablo. Un recuerdo de nuestro día feliz," dijo el pez. Pablo tomó la concha con sus alitas y sonrió. "¡Gracias, pez! Siempre recordaré nuestro juego de escondidas."
Con la promesa de verse nuevamente al día siguiente, Pablo y el pez se despidieron. El pez nadó hacia su hogar en el arrecife, y Pablo se dirigió de regreso al hielo brillante. Mientras se acurrucaba para dormir, Pablo pensó en lo divertido que era jugar con su nuevo amigo. "Buenas noches, pez," susurró Pablo mientras cerraba los ojos.