10th May 2025
En una fría aldea rodeada de montañas nevadas, vivía un niño llamado Einar. Tenía un amigo muy especial: un lobo gris llamado Kairo. '¡Vamos a explorar, Kairo!', decía Einar emocionado. No era un perro común ni un animal salvaje, Kairo había elegido estar con Einar desde que era un cachorro. Eran más que amigos, eran como hermanos y siempre sabían lo que el otro pensaba.
Una noche, mientras la luna llena iluminaba el cielo, Einar y Kairo decidieron aventurarse más allá de los límites de la aldea. Las estrellas titilaban y el viento susurraba a su alrededor, como si les contara secretos antiguos. Sabían que había algo especial en el aire, como si la misma naturaleza les invitara a descubrir lo desconocido. Tomados del destino que compartían, avanzaron con pasos firmes, sintiendo la nieve crujir bajo sus pies.
A medida que se adentraban en el bosque, los árboles se alzaban como guardianes centenarios. Kairo se detuvo de repente, sus orejas erguidas y sus ojos brillando con una alerta inusual. Einar se arrodilló junto a él, comprendiendo que algo importante estaba a punto de revelarse. "¿Qué es lo que sientes, amigo?", susurró con suavidad, confiando en el instinto del lobo.
De pronto, un débil aullido rompió el silencio de la noche, resonando a través de los troncos de los árboles. Era un llamado, un eco que parecía provenir de lo más profundo del bosque. Kairo alzó su cabeza y respondió con un aullido fuerte y claro, un sonido lleno de determinación y esperanza. Einar comprendió que aquel era el momento que su amigo había estado esperando.
Con renovada energía, ambos corrieron hacia el origen del aullido. Al llegar, encontraron a una manada de lobos que los miraban con curiosidad y respeto. Kairo se acercó a sus congéneres, y Einar supo que había llegado el momento de dejar que su amigo siguiera su propio camino. Aunque la despedida dolía, Einar sonrió, sabiendo que su vínculo con Kairo sería eterno, bajo cualquier cielo y frente a cualquier luna llena.