2nd Jul 2025
Kusi, un niño indígena, escuchaba el viento en su hogar en la montaña. "El viento es viejo y sabe muchas cosas", le decía su abuelo con voz suave. Un día, Kusi oyó ruidos extraños y vio a un grupo de hombres con cascos y máquinas grandes. "¿Qué hacen aquí?" preguntó Kusi con curiosidad. "Vamos a explotar el cerro" respondieron los hombres, sin entender el peligro que traían.
Kusi corrió hacia su abuelo, preocupado. "¡El cerro tiene corazón! Si lo hieren, todos sangraremos!" gritó Kusi. El abuelo miró al horizonte y sonrió. "No te preocupes, hijo. La corte internacional protege nuestra tierra. Pero tú serás el símbolo de nuestra resistencia pacífica". Kusi, con sus ojos brillantes, prometió proteger el cerro y nunca olvidar las verdades que el viento le susurraba.
Kusi se sentó en una roca, cerró los ojos y escuchó el susurro del viento. Las hojas de los árboles vibraban con una melodía que solo él parecía entender. "El cerro es nuestro hogar", le decía el viento suave pero firme. Kusi decidió que debía reunir a los demás niños del pueblo para compartirles el mensaje del viento.
Al día siguiente, Kusi y sus amigos, con el corazón lleno de valor, se colocaron frente a los hombres de los cascos. "Este cerro nos habla, no pueden tocarlo", les dijeron. Los hombres se miraron entre sí, sorprendidos por la determinación de los niños. Algunos comenzaron a dudar y otros recordaron las historias de la montaña.
Finalmente, uno de los hombres, conmovido por la valentía de Kusi y sus amigos, decidió detener las máquinas. "Ellos tienen razón", dijo, "este lugar es especial". Los hombres se marcharon, y Kusi supo que el cerro estaría a salvo. El viento sopló más fuerte, llevando consigo el eco de una promesa cumplida.