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18th Aug 2025

Las Flores de Niña

Había una vez una niña valiente llamada Clara que cultivaba flores hermosas en su jardín, lleno de colores vibrantes. "Oh, ¿por qué no puedo tener las flores del frío, como los tulipanes y las lilas?" se preguntaba Clara, con una mirada triste mientras miraba el cielo de Panamá. Su abuela se acercó y le dijo, "Clara, cada flor tiene su propio lugar en este mundo, y Dios tiene un plan maravilloso para ti con las flores que puedes cultivar aquí."

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Con cada día que pasaba, Clara aprendía a amar sus flores tropicales, como las orquídeas y los hibiscos. "Mira cuán bellas son mis flores, abuela", decía Clara, sonriendo al ver a las mariposas danzando a su alrededor. Al final, Clara comprendió que no necesitaba flores de otros lugares para ser feliz. "Gracias, Dios", susurró con gratitud, y su jardín floreció, lleno de vida y amor.

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Un día, mientras Clara regaba sus flores, notó algo curioso sobre las orquídeas. Parecía que cada flor tenía su propia personalidad; algunas se abrían hacia el sol, mientras que otras se escondían tímidamente tras las hojas. "Abuela, es como si mis flores estuvieran hablando entre ellas", dijo Clara emocionada. Su abuela sonrió y le respondió, "Eso es porque las flores sienten el amor con el que las cuidas, mi niña querida". Clara se sintió feliz, porque sabía que su jardín era un lugar lleno de magia.

A medida que pasaban las semanas, Clara decidió compartir su jardín con sus amigos del vecindario. Invitó a todos a una merienda especial y les mostró las bellezas que crecían en su pequeño paraíso. "¡Son las flores más hermosas que he visto!", exclamaron sus amigos asombrados. Clara se sintió orgullosa al ver cómo sus flores también traían alegría a los demás. "Este jardín es para todos", aseguró Clara, compartiendo sonrisas y flores con sus amigos.

Al final del día, cuando el sol se ponía y las sombras comenzaban a alargarse, Clara se sentó en su jardín, rodeada por sus flores. "Gracias por mostrarme que las cosas sencillas pueden ser las más especiales", pensó, recordando las palabras de su abuela. Mirando el cielo estrellado, Clara sintió que su corazón estaba lleno de gratitud, pues había encontrado la belleza genuina en las flores que crecían allí, en su propio hogar. "Cada flor es un regalo", susurró Clara, y un viento suave acarició su rostro, como si el jardín mismo le diera las buenas noches.