29th Jun 2025
Un día, Valentino, un niño de siete años, encontró un mapa mágico en su mochila. "¿Qué será esto?", preguntó emocionado. El mapa brillaba y mostraba un camino a un mundo donde los colores habían desaparecido. Clásicos helados y dragones de galleta esperaban su llegada. Con una sonrisa y el corazón lleno de valor, Valentino decidió seguirlo. Él sabía que debía recuperar los Cristales de Caramelo y devolver la alegría a ese lugar.
Avanzando por la selva de helado derretido, Valentino se topó con un dragón de chicle. "¿Por qué lloras, pequeño dragón?", le preguntó Valentino. "Sólo me calmo con chistes buenos!", dijo el dragón, que comenzó a saltar de emoción. Valentino soltó uno: "¿Qué hace una abeja en el gimnasio? ¡Zum-ba!" El dragón rió y se convirtió en un gran amigo. Juntos continuaron con su misión, enfrentándose a juguetes olvidados y, al final, un castillo que lo veía todo al revés. Con su ingenio, Valentino aprendió que la verdadera magia estaba en la risa y en compartir alegría con los demás.
Finalmente, Valentino y el dragón de chicle llegaron a la entrada del castillo, donde un enorme guardián de regaliz les bloqueaba el paso. '¿Quién osa desafiar el Reino de las Sombras de Caramelo?', preguntó el guardián con voz profunda. Valentino dio un paso al frente, sin miedo, y dijo: 'Soy Valentino, y vengo a devolver los colores y la alegría a este reino'. El guardián, sorprendido por el valor del niño, decidió dejarlos pasar, deseándoles buena suerte en su misión.
Dentro del castillo, las sombras se movían al ritmo de un susurro suave. En el centro del salón principal, descubrieron el Cofre de los Cristales de Caramelo, custodiado por un pequeño duende de chocolate. 'Debes contarme el chiste más gracioso del mundo', dijo el duende, 'y los cristales serán tuyos'. Valentino, recordando el poder de la risa, contó el chiste más divertido que conocía: '¿Qué hace un pez en el agua? ¡Nada!' El duende estalló en carcajadas y, agradecido, les entregó los cristales.
Al salir del castillo, Valentino y el dragón de chicle vieron cómo los colores empezaban a regresar al reino. Las casas de azúcar recobraron su brillo, y las nubes de algodón de azúcar flotaban alegremente en el cielo. Valentino, con el corazón lleno de satisfacción, sabía que había aprendido algo valioso: la risa y la amistad eran la verdadera magia que transformaba el mundo. Junto a su nuevo amigo, emprendió el regreso a casa, llevando consigo los recuerdos de una aventura que nunca olvidaría.