11th May 2025
Valeria, una niña curiosa y brillante, vivía en un país lejano con su padre. Cada mañana, se despertaba con el sol y corría a su habitación. "¡Hola, mamá!" decía con emoción mientras iniciaba la videollamada. Su madre, tan alegre y brillante como un nuevo día, sonreía desde el otro lado del océano. "Hola, mi pequeña filósofa! ¿Estás lista para hacer ejercicio juntos?". Así comenzaban sus días, conectadas por la tecnología que les permitía superar la distancia.
Después de hacer ejercicio, Valeria miraba su colección de libros de filosofía y preguntaba: "Mamá, ¿por qué las estrellas brillan en la noche?" Su madre, con paciencia, respondía: "Es porque la luz de las estrellas viaja millones de kilómetros para llegar a nosotros, Valeria". La pequeña filósofa sonreía, satisfecha con la respuesta. Aunque había océanos que las separaban, su amor y su curiosidad por el mundo unía sus corazones cada nuevo día.
Un día, mientras Valeria hojeaba uno de sus libros favoritos, encontró una frase que la hizo pensar profundamente. "Mamá, ¿qué significa 'el amor es eterno'?" preguntó con una chispa de curiosidad en sus ojos. Su madre, observando la seriedad en el rostro de Valeria, explicó: "El amor es como esas estrellas, siempre brillando, incluso cuando no podemos verlas. Es algo que no se apaga, incluso cuando estamos separados". Valeria asintió lentamente, sintiendo un cálido resplandor en su corazón mientras comprendía las palabras de su madre.
A medida que pasaban los días, Valeria comenzó a escribir en un diario, anotando sus pensamientos y preguntas sobre la vida. "Hoy aprendí que el amor no tiene fronteras", escribió una tarde después de su conversación matutina con su madre. Se dio cuenta de que, aunque la tecnología era asombrosa, el verdadero puente entre ellas era el amor sincero que compartían. Cada página de su diario se llenaba de coloridas ilustraciones y palabras que reflejaban sus descubrimientos filosóficos.
Finalmente, llegó el día en que su madre pudo visitarlas. Valeria corrió hacia ella, abrazándola con toda la fuerza que sus pequeños brazos podían reunir. "¡Mamá!", exclamó con alegría. "Ahora sé que el amor es aún más fuerte en persona". Su madre, conmovida, le susurró al oído: "Siempre estaremos juntas, mi pequeña filósofa, no importa la distancia". Y así, Valeria comprendió que, a veces, las respuestas que buscaba no se encontraban en los libros, sino en los abrazos y las risas compartidas.