7th Apr 2025
En un alegre pueblo llamado Salud y Felicidad, todos disfrutaban de un delicioso pastel de frutas. "¡Mmmm, cómo me gusta!" dijo Clara, mientras masticaba una rebanada llena de fresas y arándanos. Pero Enfer, un niño travieso con una gran sonrisa y ojos brillantes, miraba desde la distancia. Él suspiró y murmuró, "Esto no es justo. ¡Quiero dulces, no verduras!" Entonces, conoció a unos extranjeros que ofrecieron chocolates y dulces a cambio de que él los ayudara a destruir el jardín mágico que daba vida a su hogar.
Pronto, Enfer se encontró rodeado de frutas marchitas y verduras muertas. Al principio, disfrutaba de su nueva vida llena de dulces. Sin embargo, después de algunos días, se sintió débil y enfermo. Su estómago dolía y no podía jugar. Mirándose en el espejo, dijo: "¡Me equivoqué! Necesito aprender sobre la buena alimentación para curarme y ayudar a otros como yo. ¡Haré todo lo posible para restaurar el jardín y sembrar la esperanza!".
Con su decisión tomada, Enfer salió en busca de Clara. Sabía que ella siempre tenía buenos consejos. La encontró en el centro del pueblo, ayudando a distribuir frutas frescas a los vecinos. Clara sonrió al ver a Enfer acercarse, y escuchó con atención mientras él confesaba sus errores y le pedía ayuda para resucitar el jardín mágico. "Juntos podemos hacerlo", le aseguró Clara, tomando su mano y llevándolo hacia la hortaliza olvidada.
Trabajaron incansablemente, plantando semillas nuevas y cuidando cuidadosamente cada brote que asomaba. Los extranjeros, al ver la dedicación de los niños y el brillo que regresaba al pueblo, decidieron unirse y ayudar a cuidar el jardín. Pronto, las frutas y verduras comenzaron a crecer con más fuerza y color que nunca, llenando el aire con un aroma dulce y fresco. Enfer, sintiéndose más saludable cada día, aprendió que una buena alimentación traía vitalidad y alegría, no solo a él, sino a todos a su alrededor.
Finalmente, el día llegó cuando el jardín estuvo completamente restaurado, y el pueblo organizó una gran fiesta de agradecimiento. Enfer, con una sonrisa brillante y un plato lleno de frutas, agradeció a todos por darle una segunda oportunidad. "He aprendido que el verdadero tesoro está en compartir y cuidar de uno mismo y los demás", dijo, mientras todos aplaudían y celebraban juntos. Desde entonces, el jardín mágico no solo fue un lugar de salud y felicidad, sino un símbolo de comunidad y amor.