12th Jul 2023
Érase una vez un universo en el cual existía el mundo de los duendes y el mundo humano. En el mundo de los duendes, había grandes árboles de higo dentro de un inmenso bosque. Los árboles eran tan altos que llegaban hasta las nubes. En esos árboles mágicos vivían los pequeños duendes, seres amigables y traviesos que se encargaban de mantener el equilibrio en el bosque. Cada duende tenía su propia casa en los huecos de los árboles, decoradas con hojas y flores de colores brillantes. Desde allí, los duendes podían observar todo lo que sucedía en el bosque y en el mundo de los humanos.
Los pequeños duendes vivían en los árboles de higo y eran amigables con todos los duendes y animales en aquel bosque. Se pasaban el día jugando y riendo entre ellos. Algunos duendes se encargaban de cuidar a los animales heridos, mientras que otros ayudaban a las plantas a crecer fuertes y sanas. Los duendes también eran expertos en hacer travesuras, pero siempre de manera inofensiva. Nunca hacían daño a nadie, porque su misión principal era mantener la paz y la armonía en el bosque.
Su labor era premiar a todos los niños que se portaban bien y cumplían con sus tareas. Los duendes tenían la capacidad de leer los corazones de los niños y sabían quiénes eran los que se portaban bien. Cada noche, salían de sus árboles en busca de aquellos niños que merecían un premio. Dejaban pequeños regalos en sus habitaciones, como monedas brillantes o dulces deliciosos. Los niños se despertaban emocionados al encontrar los regalos y sabían que habían sido premiados por su buen comportamiento.
Pero no solo premiaban a los niños, también cuidaban de ellos. Si un niño se perdía en el bosque, los duendes aparecían y lo guiaban de regreso a casa. Si un niño tenía miedo en la oscuridad, los duendes dejaban una pequeña luz en su habitación para que se sintiera seguro. Los duendes eran seres mágicos que velaban por el bienestar de todos los niños y los protegían de cualquier peligro.
Así, en el mundo de los duendes, reinaba la alegría, la amistad y la magia. Los pequeños duendes continuaban viviendo en los grandes árboles de higo, cuidando del bosque y premiando a los niños que se portaban bien. Y cada vez que un niño recibía un regalo de los duendes, sentía en su corazón el amor y la gratitud de esos mágicos seres. Érase una vez un universo en el cual existía el mundo de los duendes y el mundo humano, y en ese mundo mágico, los duendes eran los guardianes de la bondad y la felicidad.