17th Dec 2024
Un día, en un pequeño pueblo, un niño llamado Leo soñaba. "Quiero viajar al cielo y tocar las estrellas", decía con emoción. Su madre, Clara, sonreía y respondía: "Si tienes un sueño, hijo, ¡debes seguirlo!" Leo se sintió valiente y decidido. Esa noche, con su almohada como nube, cerró los ojos y comenzó su viaje en su imaginario cohete. Las estrellas brillaban como diamantes alrededor, su risa llenaba el aire, mientras su madre le cantaba de fondo.
Al despertar, el cuarto estaba oscuro y Leo sintió un miedo repentino. "Mamá, ¿dónde estás?" gritó. Clara entró de inmediato, lo abrazó y le dijo: "Aquí estoy, Leo. Nunca estás solo. Tu amor es más fuerte que cualquier miedo." Leo sonrió, sabiendo que su familia siempre le apoyaría en sus sueños. Juntos, miraron por la ventana hacia el cielo estrellado, y Leo susurró: "¡Mira, mamá! ¡Las estrellas me están llamando!"
Esa noche, Leo decidió que construiría un cohete de verdad. Con la ayuda de su padre, comenzó a juntar cartón, papel aluminio y cinta adhesiva. Trabajaron juntos en el garaje, y cada pieza que añadían era un paso más cerca de alcanzar las estrellas. Aunque el cohete no podía volar realmente, Leo sentía que su sueño estaba más vivo que nunca, fortalecido por el amor de su familia.
Cuando el cohete estuvo terminado, Leo invitó a sus amigos a verlo. "¡Es increíble, Leo!", exclamaron al unísono. Mientras se sentaban dentro del pequeño cohete, Leo les contó su plan de viajar en su mente, juntos, a través del cielo estrellado. Con los ojos cerrados y la imaginación como motor, se embarcaron en una aventura mágica entre planetas y constelaciones.
Al final del día, al volver a casa, Leo abrazó a su madre y le susurró: "Gracias por creer en mí". Clara le respondió con una sonrisa cálida: "Siempre estaré aquí para ayudarte a alcanzar tus sueños". Con el corazón lleno de felicidad y confianza, Leo se dio cuenta de que, aunque las estrellas estuvieran tan lejos, su amor por los sueños era lo que realmente lo elevaba y lo llevaba a tocar el cielo.