4th Dec 2024
Un día en la gran selva, Sonia, la leona, miró a su esposo, el león Juan, y dijo: "¡Juan! ¡Ya no puedo más! Todo el día cazando y cuidando a nuestros cachorros. Tú solo descansas y te alabas a ti mismo." Juan respondió con voz perezosa: "No te preocupes, Sonia. Soy el rey, y los demás animales me temen. Aquí estoy para protegerte." Pero Sonia no estaba feliz y decidió que merecía más.
Un día, Sonia se levantó muy temprano. "¡Hoy es el día!" se dijo a sí misma. Se despidió de sus cachorros y partió en busca de su sueño. Por el camino, encontró animales que la animaban: el loro le dijo: "¡Sigue adelante, Sonia!" y la cebra añadió: "Eres fuerte, ¡no dejes que nadie te detenga!" Sonia sonrió y siguió su camino, sintiéndose libre y feliz.
Mientras Sonia avanzaba por la selva, se encontró con un río cristalino. Allí, la rana saltarina, que siempre tenía buenos consejos, le dijo: "A veces, la felicidad está en las pequeñas cosas que nos rodean, Sonia. No olvides disfrutar del camino". Sonia cerró los ojos por un momento, escuchando el suave murmullo del río, y sintió paz en su corazón.
Al adentrarse más en la selva, Sonia se topó con un grupo de monos que jugaban alegremente entre los árboles. "¡Ven, Sonia! ¡Juega con nosotros!" le invitaron con risas contagiosas. Sonia, por primera vez en mucho tiempo, se permitió ser juguetona y libre. Jugar con los monos le recordó lo importante que era divertirse y no tomarse la vida tan en serio.
Al final del día, Sonia encontró un árbol grande y acogedor donde decidió descansar. Mientras el sol se ponía en el horizonte, Sonia reflexionó sobre su viaje. Se dio cuenta de que, aunque amaba a sus cachorros y al rey Juan, necesitaba este tiempo para ella misma. Con un corazón lleno de gratitud, Sonia prometió regresar al día siguiente, llena de energía y con un nuevo entendimiento de lo que realmente la hacía feliz.